City of God (2002), directed by Fernando Meirelles and Kátia Lund, is one of those gems that eventually become a modern classic.

This Brazilian film tells the story of how a failed urban project, which over the decades, became a community where crime, drugs and lack of opportunities are part of daily life.

In this context there are a number of endearing characters, reflecting different archetypes of society not only in Brazil, but in Latin America.

We have the main character, Buscapé. A character that since he was a child did not like violence, and despite having as a bad example his older brother, who was a delinquent, he always knew that weapons were not his thing, and thanks precisely to the usual violence, he saw a camera for the first time, and from there he wanted to become a photographer.

The rest of the characters like Zé Pequeño or Bené, who from an early age showed a talent for crime, and became the new leaders of the favela, taking control of the drug business based on indiscriminate violence. There are other youngsters like them, who guided their steps towards delinquency.

This contrast denotes how the environment can influence the individual to make decisions, or perhaps unconsciously act based on what they believe is right, taking into account survival as a defense mechanism.

This raises the question: is the neighborhood a school for delinquents?

Buscapé is the archetype of the young man who escapes from delinquency, and he is one of the few under the spotlight of the story who succeeds and, ironically, thanks to the hostile world that surrounds him, manages to become who he wants to be, leaving as a moral that with willingness there is another path outside the "destined" one.

However, many other characters do not have the same fate, so we see how their decisions lead them to an increasingly dark path from the eyes of the protagonist.

In fact, it is he who tells the story through a first-rate cinematographic editing, with attractive techniques that make City of God a cult film for many outside Brazil, because it is not the typical film of criminals and mistresses everywhere.

El director de Parásitos (2019), Bong Joon-ho, cuando ganó el Óscar, dijo que una vez que se rompa la barrera de los subtítulos, el público disfrutará de otras increíbles películas.

Ciudad de Dios (2002), dirigida por Fernando Meirelles y Kátia Lund, es una de esas joyas que con el tiempo se van transformando en un clásico moderno.

Esta película brasileña cuenta la historia de cómo un proyecto urbano fallido, que con el paso de las décadas, se fue convirtiendo en una comunidad donde la delincuencia, las drogas y la falta de oportunidades son el pan del día a día.

En este contexto hay una serie de personajes entrañables, que reflejan distintos arquetipos de la sociedad no solo de Brasil, sino de Latinoamérica.

Tenemos al protagonista, Buscapé. Un personaje que desde pequeño no le gustaba la violencia, y pese a tener como mal ejemplo a su hermano mayor, quien era delincuente, siempre supo que lo suyo no eran las armas, y gracias precisamente a la violencia habitual, vio por primera una vez una cámara, y a partir de allí quería convertirse en fotógrafo.

El resto de los personajes como Ze Pequeño o Bené, que desde pequeños mostraron talento para el crimen, y se convirtieron en los nuevos líderes de la favela, tomando el control del negocio de la droga a base de violencia indiscriminada. Otros jóvenes como ellos, también guiaron sus pasos hacia la delincuencia.

Este contraste denota cómo el entorno puede influir en el individuo a tomar decisiones, o tal vez inconsciente actúan con base en lo que creen correcto, tomando en cuenta la supervivencia como mecanismo de defensa.

Esto permite plantear la pregunta: ¿acaso el barrio es una escuela de delincuentes?

Buscapé es el arquetipo del joven que escapa de la delincuencia, y es uno de los pocos bajo el foco de la historia que lo logra e irónicamente gracias a mundo hostil que lo rodea, logra convertirse en quién quiere ser, dejando como moraleja que con disposición hay otro camino ajeno al "destinado".

No obstante, muchos otros personajes no corren con la misma suerte, por lo que vemos cómo sus decisiones los van llevando a un camino cada vez más oscuro desde los ojos del protagonista.

De hecho, es él quien cuenta la historia a través de un montaje cinematográfico de primera calidad, con técnicas atractivas que hacen de Ciudad de Dios, una película de culto para muchos fuera de Brasil, porque no es la típica película de delincuentes y amas por doquier.