Era todavía bastante joven, 24 años, cuando vi un filme de Alan Pakula que me marcó para siempre: La decisión de Sofía, de 1982. Lo he vuelto a ver varias veces, y he tenido siempre la contradictoria experiencia emotiva de la primera ocasión. Creo que es uno de los filmes más hermosos y duros, a la vez, que he visto en mi vida de cinéfilo y de escritor.

Cuando vuelvo a pensar en la gran poeta estadounidense Emily Dickinson, nacida el 10 de diciembre de 1830, no puedo evitar pensar en ese filme y en su secuencia final. Lamentablemente, la traducción al español existente no es nada buena. En esa parte final, Stingo, joven escritor que se ha enamorado de Sofía, observa la escena de esta con Nathan, sus amigos recientes, en la cama, suicidados. Y encuentra el libro de poemas de Emily Dickinson, con una señal de Sofía, que lleva al poema en cuestión, y lo lee.

Amplio haced este Lecho
Hacedlo con Temor y Reverencia
En él aguardad hasta que el Juicio irrumpa
Excelente y lleno de Justicia.

Sea su Colchón derecho
Sea su Almohada redonda
Que ningún amarillo rumor del Sol Naciente
Este Suelo – interrumpa.

Siento que es ese el gran momento del filme, pero, además, en mi caso, el tiempo en el que se junta el dolor, la serenidad ante este y la esperanza de vida.