La película es una sátira de los reality shows y una crítica a la manipulación mediática y a la pérdida de la privacidad. También es una reflexión filosófica sobre el sentido de la vida y el valor de la autenticidad. Truman Burbank representa al hombre común que vive una vida rutinaria y conformista, sin cuestionar la realidad que le han impuesto. Sin embargo, poco a poco empieza a sospechar que algo no encaja en su mundo perfecto y se atreve a buscar la verdad, enfrentándose al creador del programa, Christof, que se erige como una figura divina que controla todo lo que ocurre en el show. La película tiene un tono de comedia dramática, con momentos de humor, ironía, emoción y suspense. Jim Carrey realiza una de sus mejores actuaciones, demostrando su capacidad para el drama y la expresión de sentimientos. El resto del reparto también está muy bien, destacando Ed Harris como Christof, el villano de la historia. La dirección de Peter Weir es impecable, creando una atmósfera de falsedad y artificio que contrasta con la naturalidad y el carisma de Truman. La fotografía, la música y el montaje contribuyen a crear una obra maestra del cine, que ha sido reconocida con varios premios y nominaciones.

No pude evitar pensar en el viejo mito de la caverna establecido por el filosofo griego Platón. Ambas obras plantean una situación en la que el protagonista vive en un mundo ilusorio, creado por alguien que lo manipula y lo mantiene en la ignorancia. El protagonista, ya sea Truman o el prisionero liberado, empieza a dudar de la realidad que le han presentado y se aventura a buscar la verdad, enfrentándose a las dificultades y los obstáculos que le ponen sus opresores. Al final, el protagonista logra salir de su mundo falso y acceder al mundo real, donde puede conocer la auténtica naturaleza de las cosas y de sí mismo.