La película es un homenaje al cine, la cultura y la estética japoneses, con referencias a directores como Akira Kurosawa, Hayao Miyazaki y Yasujiro Ozu. La animación es impresionante, con un nivel de detalle y expresividad que logra transmitir las emociones y personalidades de los personajes, tanto humanos como caninos. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, combina instrumentos tradicionales japoneses con elementos de jazz y rock, creando una atmósfera única y envolvente. También hay referencias a otras obras de la cultura japonesa, como el manga, el anime, el teatro kabuki o el arte zen. La película respeta la diversidad lingüística y cultural de sus personajes, ya que los humanos hablan en japonés (sin subtítulos) y los perros en inglés, creando un contraste y una complicidad con el espectador.

El uso del stop motion le da a la película un aspecto artesanal y único, que se aprecia en el detalle y la expresividad de los personajes y los escenarios. La animación es fluida y dinámica, y logra transmitir las emociones y las personalidades de los perros, que son los verdaderos protagonistas de la historia.

La película también es una reflexión sobre temas como la lealtad, la amistad, la familia, la identidad, la corrupción, el autoritarismo, el medio ambiente, los derechos de los animales y la responsabilidad social. La película plantea preguntas sobre cómo tratamos a los que son diferentes a nosotros, cómo nos dejamos manipular por el poder y la propaganda, y cómo podemos hacer la diferencia con nuestras acciones. La película tiene un tono irónico y humorístico, pero también conmovedor y esperanzador, que invita al espectador a pensar y a sentir.